Sanjai Shah, de 42 años, recogerá su pasaporte británico el próximo martes, poniendo fin a trece meses en los que vivió en la sala de tránsito, durmiendo en un pequeño colchón y con una manta y sábanas proporcionadas por el gobierno keniano.
Sentado junto a su familia en su casa de Nairobi, Shah explica que no se arrepiente de su tenacidad y del tiempo que pasó en el aeropuerto, donde se ganó el apodo de "el hombre en el limbo".
"Estoy muy contento, ha merecido la pena", dijo.
La odisea de Shah, nacido en Kenia en 1962, un año antes de que este país se independizara del Reino Unido, e hijo de padres indios pero súbditos británicos, comenzó cuando, a principios de 2004, solicitó un pasaporte británico para ciudadanos de los territorios de ultramar.
Una vez que lo obtuvo, debió entregar su pasaporte keniano y renunciar a su ciudadanía keniana, ya que el país africano no permite la doble nacionalidad.
"Dejé mi trabajo en un restaurante y compré un billete de ida para ir a visitar a mi hermana en el Reino Unido, pero cuando llegué, el 28 de mayo, los funcionarios de inmigración empezaron a preguntarme por qué no tenía un billete de vuelta y de qué iba a vivir".
Tras varios días en detención, Shah fue deportado a Kenia con un sello en su pasaporte que reza "inmigrante prohibido", lo que equivale a no ser aceptado en ningún país.
Shah insiste en que si hubiera abandonado el aeropuerto, se habría convertido en un apátrida, pues había renunciado a la nacionalidad keniana y no tenía todavía la británica.
"Ha sido muy duro, todo este tiempo hemos dependido de mi padre", afirma su esposa, Rashmita, quien junto a su hijo Veer pudieron visitar una vez a la semana a Shah para llevarle comida india, mudas y algún dinero.
Su suegro, Prabhulal Haria, reconoce que "estábamos preocupados por él y le llamábamos todos los días a ver cómo se encontraba, pero es un hombre fuerte y no ha enfermado ni una sola vez".
Shah nos recuerda lo que era su rutina diaria: "Me despertaba a las cinco de la mañana, cuando empezaba la actividad, tomaba un té y me daba una ducha y el resto del día lo pasaba viendo la tele, leyendo los periódicos, hablando con los empleados o ayudando a los turistas que no hablaban inglés a rellenar la solicitud de visado".
Su caso recuerda a "La Terminal", el filme dirigido por Steven Spielberg, basado en la historia real de un refugiado iraní, Merhan Karimi Nasseri, "estancado" en el aeropuerto Charles de Gaulle de París desde hace 16 años.
En la película, el actor Tom Hanks interpreta a Viktor Navorsky, ciudadano de la imaginaria República de Krakozhia, que viaja a Nueva York y al aterrizar se entera de que en su país ha habido un golpe de Estado y su pasaporte ya no es válido.
Navorsky se gana la amistad de todo el personal de la terminal internacional del aeropuerto "John F. Kennedy", algo que en Nairobi también logró Shah, quien alaba la amabilidad de los oficiales de inmigración kenianos, que durante meses le ayudaron, dándole algo de comida y sobre todo, dice, "mucho ánimo".
Finalmente, la embajada británica en Nairobi le hizo rellenar un formulario y sólo cuando recibió una carta oficial garantizando la admisión de la solicitud de ciudadanía británica, Shah accedió a abandonar la terminal.
Eso fue hace dos semanas y desde entonces, además de disfrutar de la primera ducha caliente en meses y de ver a su familia, Shah ha jurado lealtad a la reina Isabel II en una ceremonia celebrada la semana pasada en la embajada.
Ya sólo resta recoger su pasaporte de ciudadano de la Unión Europea, y una vez lo tenga, Shah piensa volar cuanto antes al Reino Unido.
"Buscaré trabajo", dice "aunque mi familia se quedará de momento aquí, mi hijo aún está estudiando, pero espero que podamos reunirnos en el futuro".
Shah, que se conoce "cada rincón del aeropuerto", volverá pronto a la terminal que fue su "casa" durante un año y verá a sus amigos de inmigración, que esta vez no tendrán motivo para retenerle.